lunes, 9 de marzo de 2009

Danzando al Límite de Nuestra Propia Censura

Entre los grados de alcohol y la broma, su amiga besó al primo de su propio novio. Ella le imitó. Su amiga siempre rompía el hielo. Le besó como un juego. Entonces la amiga volvió a repetirlo y ella deseó volver a hacerlo. Esta vez le besó lentamente... Él se quedó algo flipado, algo encantado, algo enganchado.
De repente, empezó a concienciarse un poco de la situación o de lo que podría aparentar la cosa y se levantó algo avergonzada. No quería mirarlo porque le había gustado. Aquel beso le había encantado y no quería enfrentarse a esa maravillosa sensación, entre otras cosas porque ella ya tenía pareja, la cual se había marchado dos o tres horas antes del local; además ella quería a su chico, a pesar de que últimamente no se pudiesen ver demasiado y hubiesen cambiado tantas cosas entre ellos.
Pero, aunque intentemos huir de nosotros mismos, siempre nos llevamos dentro.
Es curioso como la vida puede cambiar en tan solo un segundo. Cada acto puede condicionar nuestro futuro y no nos damos cuenta de ello.
El contacto de nuestros labios puede transformarnos y hacer que veamos cosas que estaban ahí y no eramos capaces de percibir, nos quita una venda de los ojos, nos da una oportunidad...
Ese simple contacto, supuestamente sin intención, les unió más de lo que ninguno de los dos hubiesen sospechado jamás. Y ahora estaba presa en su mirada, en su recuerdo, en su forma de acercarse. Casi podría afirmar que se había enamorado de él o, ¿quizás de aquella noche?
Se sintió maravillosamente bien. Si alguna vez había experimentado una sensación parecida fue con su primer amor y nunca jamás volvió a repetirse.
Pero el puente del Pilar había pasado, el chico había regresado a su ciudad, sus rutinas cotidianas retomaron su lugar y no volvieron a verse nunca más.

1 comentario:

Carmenchu dijo...

Ummm, bueno yo sé de una que sacó un pie en una barbacoa y...la lió. Jajajaja.

Bellas tus nuevas entradas.

Te agrego a mi blog

 
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